viernes, 20 de marzo de 2009

En


" Fuimos creados en Cristo Jesús " (Efesios 2, 10).

¡Qué misterio hay encerrado en esas palabras!
Esta frase resume un misterio enorme: el misterio de la intencionalidad de Dios para con el hombre.

¿Fuimos creados? ¡Por supuesto! No existíamos y Dios fue el único con el poder y el deseo de crearnos. Y nos creó.

Se atribuye al Padre la obra creadora, pero el Padre jamás está solo. Es la Trinidad Santa la creadora, Dios. Se apropia al Padre la creación, como origen de todo, de quien procede tanto el Hijo y el Espíritu Santo.
Si embargo, la obra de la creación es fruto de la acción mancomunada del amor de las tres divinas personas. Nos es dificultoso para nosotros comprender fuera del tiempo y de nuestras capacidades cómo Dios hizo la creación. Pero la hizo, nos creó, nos hizo existir, hizo existir todo. "Y vio Dios que era bueno". 

Uno puede aceptar por la lógica que las cosas no surgen de la nada por sí mismas. Algo las genera, y si no las engendra las arma con partes de otras cosas. Pero si no las engendra ni las armas de algo previo, sólo queda aceptar que las crea, y aunque suene redundante, eso significa que no existían (eran nada), no eran, y las hace ser, las hace existir. Por eso afirmamos que cuando Dios crea significa que crea de la nada, no utiliza nada previo. Tiene Él el poder suficiente para hacer eso y mucho más.

Pero ¿para qué creó todo, especialmente al hombre? ¿Por qué le dio al hombre la capacidad de optar y decidir, de hacer el bien y poder hacer el mal, por qué le dio la capacidad de ser libre? 
Precisamente para que sea libre. Porque la libertad es una conquista, es un proceso que se realiza, es un compromiso que se asume, es un don que se cuida, es un tesoro que se aprecia porque verdaderamente tiene su precio.
Y ahí entra a explicarse la frase de San Pablo: "En Cristo Jesús".

Jesús es el Hijo de Dios (el Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que existía desde siempre [Jn 1,1]) hecho hombre, que comenzó a estar entre nosotros en un momento preciso de la historia cuando el Angel Gabriel anunció a María que concebiría del Espíritu Santo y por su poder, sin intervención de varón, un óvulo suyo sería completado en su cadena genética para dar lugar humano a la persona del Verbo de Dios, al Hijo, y luego nacería de ella en Belén, hace alrededor de 2.000 años. 
El Verbo ya existía desde el principio, y por él fueron creadas todas las cosas. Y los hombres fuimos creados en Él. Por Él son creadas todas las cosas porque Él es la Palabra creadora, que llena del poder del Espíritu divino hace que exista toda la creación. Pero además de ser creados por Él somos creados "en" Él, y eso significa que el amor trinitario quiere hacernos participar de una relación inmensamente particular: Dios ha amado tanto al hombre desde su sabiduría creadora que ha preparado todo para que la humanidad toda, y eso también hay que decirlo, cada uno de nosotros, yo, estoy y estamos invitados a formar parte de esa relación de amor inconmensurable, infinito, impresionante, maravillosísimo, fascinante, que existe entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. 
El Padre ama absolutamente al Hijo y le entregó todo lo suyo, menos el ser Padre, y el Hijo recibe todo por amor, y entrega todo por amor al Padre, menos el ser Hijo. Y la comunión en ese amor es manifestación del Espíritu Santo, persona también, que abraza al Padre y al Hijo, y nos extiende su abrazo a nosotros para transformarnos y hacernos participar del ser del Hijo, para hacernos hijos en el Hijo.

Así, siendo hijos, por decisión propia, por aceptación voluntaria y libre del don dado por Dios (la invitación del Padre, el rescate y liberación hecha por el Hijo muerto en la cruz y resucitado, y la transformación que produce el Espíritu Santo de Dios en nuestras personas en hombres nuevos a imagen de Jesús) es que participamos en el Hijo de esa relación filial divina. 
Cuando el Padre "elabora su plan" piensa en "integrar a su familia" a las creaturas capaces de decidir responsablemente y de optar por Él. No obligará  a nadie. El que quiera participar con Dios de la vida divina, debe optar por aceptarla, por adherirse, por cuidarla y conservarla.
Cuando el Padre engendró a su Hijo desde toda la eternidad, ya pensaba en el hombre. Por eso Pablo dirá "fuimos creados en Cristo Jesús".
Participamos de la relación de amor de Cristo Jesús con el Padre.
Participamos de la grandeza de ser hijos.
Participamos de la vida de Cristo Jesús dada en la cruz, y recibida en los sacramentos.
Participamos de la herencia de Cristo Jesús porque nos ha sido prometido el Reino.
Participamos de la eterna alabanza y adoración del Hijo al Padre a través de la liturgia.
Participamos de la novedad de la resurrección porque la humanidad de Cristo ya está resucitada y lo estará la nuestra.
Participamos del hombre nuevo, Jesucristo, al ser transformados por la gracia. 
Participamos de su Cuerpo, al ser Iglesia.

2 comentarios:

miriam dijo...

EN Jesus. qué buena reflexión!!

EN: 2 letras, concepto enorme de pertenencia a..., e infinito amor de Dios para con cada uno de nosotros.

EN es formar parte de Él, es compartir con Él, es, desde nuestro libre albedrío, decidir y comprometernos, a formar parte de esta "familia", que es la "familia" de Dios.

así como amamos y cuidamos de nuestra familia primaria (padres, esposos, hijos), de la misma manera cuidemos y amemos a nuestra familia divina (Dios como nuestra cabeza y todos nosotros, sus hijos, como Iglesia, que es su Cuerpo).

Dios lo bendiga siempre.
un sincero abrazo.

Anónimo dijo...

Qué maravilla que anonada, sentirnos integrados en "la Intencionalidad de Dios para con el hombre".
Es un gozo inconmesurable, sentirse objeto de la intencionalidad de Dios, que es la intencionalidad de la Trinidad Santa y Creadora...que es decir, soy fruto del Amor Trinitario, del Amor de las tres Personas Divinas.
Dios tuvo la intención de crearme y fue libre y lo hizo y aquí estoy. Manifestó Su Gloria, Su Poder,Su Amor, Su Libertad, Su Intencionalidad... y me creó a mí.
Te adoro Señor Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo