Sí, ¡pobre mi mundo! Y digo "mío" porque amo el don que es en sí mismo este mundo en el que vivo. ¡Pobre nuestro mundo! ¡Cómo va!
Tantos hermanos que no sabemos superar nuestras heridas, nuestros problemas, tanta agresividad acumulada, aumentada, exacerbada. Tantas familias que no superan la violencia, y no toman conciencia de las consecuencias que provoca. Tantas sociedades que olvidan que sus miembros son personas. Tantos grupos de presión que no dejan espacio al ser humano para encontrarse consigo mismo y decidir desde sí, coincidiendo con su propio ser, con su propia naturaleza. Y tantos, ¡tantos!, que se han dejado adiestrar para no mirarse y no valorarse.
Fiestas que en forma creciente pierden su sentido. El festejado no es el Emmanuel, no es Jesús. Ni es el ser humano el que festeja como ser humano que ha recibido una enorme visita hace dos mil años. El que festeja es el sistema de una ideología que impuso que para ser feliz hay que consumir y gastar y adquirir "bienes" que no hacen en el fondo tanto bien, pero nos manipularon la capacidad de criticar y de analizar haciéndonos casi incapaces de decir "basta".
¿Empezó un año nuevo?
Para la mayoría, no lo creo, no creo que haya cambios para bien. Sí renuevo mi esperanza para que a pesar de todo algo suceda en mí para que yo cambie y mejore. No que suceda porque me venga de fuera, sino porque brote de adentro mío, como fruto de que yo he madurado y cambiado y me he corregido. No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar yo en el mundo. Y es lo que pretendo, porque no me gustaría terminar mis días sin haber hecho lo que tenía en mis capacidades por hacer que el mundo de todos fuera mejor de lo que lo conozco.
No puedo, ni quiero, aceptar el derrotismo y la apatía.
No puedo, ni quiero, aceptar que es inútil el trabajo por mejorar.
No puedo, ni quiero, aceptar que el hombre es irredimible.
Para mí, recién estamos en la adolescencia de la humanidad, y nos falta mucho por crecer. Y como en toda adolescencia el crecimiento duele y se debe aprender a crecer igual.
Y también, como todo adolescente, este mundo nuestro no quiere escuchar que le ha sido pronunciada una palabra infinitamente bondadosa ("Jesús") para que en ella halle lo que busca. Este mundo está en rebelión. ¿Cuándo aprenderá?