lunes, 12 de enero de 2009

Navidad negra

La moda de esta navidad eran los arbolitos y soplillos negros... ¿lo pueden creer? 
Cuando me lo contaron dije que se había ido la luz para muchos.
Y algunos están en tal tiniebla que no les importa arruinar la vida de otros.
Hoy lo viví de cerca: fue secuestrada una sobrina mía para ser llevada como esclava. 
Gracias a Dios pudo escapar. Pero ¿si no hubiese podido?
Doy gracias a Dios que esté en casa, pero ¿quién nos quita la sensación enorme de inseguridad, la angustia y el dolor de tamaña agresión, no sólo por ser ella cercana, sino por cualquiera?
¿Seguiremos aislándonos y siendo cada vez más vulnerables ante cualquier servidor del mal o nos despertaremos de una vez para unirnos y cuidarnos entre todos?

miércoles, 7 de enero de 2009

Esperanzas que maduran y esperanzas ingenuas

Aprendí que esperanza es un esperar abierto.Un esperar abierto es el que no sólo mira por la puerta, sino también por la ventana y por el fondo, y por el costado. Se abre a la sorpresa porque no exige que sólo venga por un determinado lugar y de una determinada forma aquello que espero. Incluso me hace abrirme a lo que no esperaba.

A veces la esperanza puede ser activa, y otras veces sólo puede ser pasiva.
Activa es cuando hago todo lo que esté de mi parte cuando puedo hacer algo.
Pasiva es cuando no puedo hacer nada más que esperar.

Aprendí que es necesario darse cuenta de qué forma tiene que ser mi esperanza, para no perder fuerzas. El que no hace lo que puede, debilita todo lo que tiene que venir. Pero el que no se aviene a sólo esperar cuando no se puede hacer nada, pone palos en la rueda.

La gente no son aparatos que puedo programar, encender o apagar a gusto. La gente son personas. Yo soy persona. Y no puedo tolerar que me traten como aparato. La gente tiene capacidad de decidir, aunque a veces o no lo sepa o no la use. Y si tiene capacidad de decidir tengo que esperar que tome decisiones no esperadas por mí. Tengo que aceptar que a veces no me queda otra opción que esperar, si quiero respetar el proceso interior y exterior de la gente.
Si puedo hacer algo sin violentar la capacidad del otro por decidir por sí mismo, cuando le corresponde hacerlo, tengo que hacerlo. Pero cuando no puedo hacer nada, debo esperar.

Algo, como insinué en otro lado, sí está siempre en mis manos: mis propias decisiones. Eso depende de mí y como tal soy el responsable: o pongo palos en la rueda o ayudo a andar. Si me hago cargo de mí mismo, puedo ofrecer al mundo aquello que tengo y que a la gente le puede servir. Pero si no lo ofrezco también me tengo que hacer cargo.

Yo no puedo cambiar todo el mundo. Puedo cambiar yo, y a veces tengo que esperarme porque la lógica me dice cuánto, pero mis capacidades me dicen cuándo.

Por último, quiero señalar que también aprendí que la esperanza ingenua no siempre es compromiso, que el compromiso casi nunca es fácil, que la verdadera esperanza no deja de mirar la crudeza de la realidad ni deja de asumirla, duela lo que duela.

Que tenga un buen año lleno de verdadera esperanza. Yo la tengo, gracias a Dios, porque la esperanza también es un don que Dios ofrece al que se lo pide.

domingo, 4 de enero de 2009

Pobre mi mundo

Sí, ¡pobre mi mundo! Y digo "mío" porque amo el don que es en sí mismo este mundo en el que vivo. ¡Pobre nuestro mundo! ¡Cómo va! 
Tantos hermanos que no sabemos superar nuestras heridas, nuestros problemas, tanta agresividad acumulada, aumentada, exacerbada. Tantas familias que no superan la violencia, y no toman conciencia de las consecuencias que provoca. Tantas sociedades que olvidan que sus miembros son personas. Tantos grupos de presión que no dejan espacio al ser humano para encontrarse consigo mismo y decidir desde sí, coincidiendo con su propio ser, con su propia naturaleza. Y tantos, ¡tantos!, que se han dejado adiestrar para no mirarse y no valorarse.
Fiestas que en forma creciente pierden su sentido. El festejado no es el Emmanuel, no es Jesús. Ni es el ser humano el que festeja como ser humano que ha recibido una enorme visita hace dos mil años. El que festeja es el sistema de una ideología que impuso que para ser feliz hay que consumir y gastar y adquirir "bienes" que no hacen en el fondo tanto bien, pero nos manipularon la capacidad de criticar y de analizar haciéndonos casi incapaces de decir "basta".
¿Empezó un año nuevo?
Para la mayoría, no lo creo, no creo que haya cambios para bien. Sí renuevo mi esperanza para que a pesar de todo algo suceda en mí para que yo cambie y mejore. No que suceda porque me venga de fuera, sino porque brote de adentro mío, como fruto de que yo he madurado y cambiado y me he corregido. No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar yo en el mundo. Y es lo que pretendo, porque no me gustaría terminar mis días sin haber hecho lo que tenía en mis capacidades por hacer que el mundo de todos fuera mejor de lo que lo conozco.
No puedo, ni quiero, aceptar el derrotismo y la apatía.
No puedo, ni quiero, aceptar que es inútil el trabajo por mejorar.
No puedo, ni quiero, aceptar que el hombre es irredimible.
Para mí, recién estamos en la adolescencia de la humanidad, y nos falta mucho por crecer. Y como en toda adolescencia el crecimiento duele y se debe aprender a crecer igual.
Y también, como todo adolescente, este mundo nuestro no quiere escuchar que le ha sido pronunciada una palabra infinitamente bondadosa ("Jesús") para que en ella halle lo que busca. Este mundo está en rebelión. ¿Cuándo aprenderá?