"Padre, glorifica tu Nombre. Entonces se oyó una voz venida del cielo:
- Ya lo he glorificado y volveré a glorificarlo." (Jn 12, 28)
- Ya lo he glorificado y volveré a glorificarlo." (Jn 12, 28)
Creo que hace falta clarificar un poco tres palabras: Padre, glorifica, y Nombre.
Padre: Para nosotros es fácil porque desde niños nos dijeron que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y que Jesús es el Hijo hecho hombre. Pero para una persona que no ha sabido esto le debe resultar difícil aceptar que Dios, siendo Dios, tenga un Hijo, y, además, que éso sólo lo pudimos saber porque Dios decidió decírnoslo, al revelarse en el Hijo hecho hombre. Y por tanto, que Jesús lo llame Padre ya no parece tan ridículo ni tan herético, como parecía a los judíos. Pero, claro, no es lo mismo decirse Hijo que serlo. ¿Cuántos en la historia se han arrogado ese título de hijos de Dios, en su propio beneficio, para legitimar su poder y manejo de los otros?
Sin embargo, aquí, Jesús lo llama Padre en dos sentidos: reconociéndolo que es su Padre, y que además tiene el poder. Él se sabe que no tiene más que el poder que el Padre le ha dado, quien le dio todo menos el ser Padre. Pero sabe que el poder del Padre es del Padre, como origen, autor y principio.
Para comprender un poco esto hay que animarse a filosofar en serio un rato, y yo los animo que lo intenten.
Glorifica: significa manifestar el poder o la gloria del poder, el brillo, la majestad, la luz, el esplendor del poder de Dios. Manifestarlo para que se vea, para que se lo perciba, para que se lo capte, y para que nos asombremos profundamente.
Nombre: quiere decir el "Quién es", pero sabiendo que en Dios coincide absolutamente con el "Qué es", y con el "Qué hace", "Qué quiere", "Qué decide". Es decir, en la palabra Nombre está encerrado todo el misterio absoluto de Dios, toda su majestad, y precisamente su Voluntad, Sabiduría y Amor.
Porque Dios es Amor, es sabio en grado absoluto, su Voluntad divina es compartir ese amor con los hombres por los caminos de sus infinitamente sabios designios.
En esos designios estuvo la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María para nacer como hombre, como lo recordamos en la fiesta litúrgica de la Anunciación, y como dijo la voz "Ya lo he glorificado". Ya lo he hecho, ya está realizado, ya mi plan está en marcha.
Y también en esos designios estará la resurrección, la victoria sobre el príncipe de este mundo y sobre la muerte. Por eso dice "Lo volveré a glorificar". Ya lo mostraré, ya lo verán, y creerán, porque "atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 33).
Jesús le entrega todo al Padre con esa frase, confirma su obediencia a sus designios de salvación, porque para eso ha venido (cf. Jn 12, 27), y en medio de su dolor tiene el gozo de estar venciendo al maligno, al pecado y a la muerte para salvar a todos los que crean. Su pasión, su padecimiento, tenía sentido y él veía que entregándose como un grano de trigo enterrado para dar fruto (cf. Jn 12, 24), daría fruto, daría vida, salvaría a los hombres, de una vez para siempre (cf. Heb 10, 10).
Padre: Para nosotros es fácil porque desde niños nos dijeron que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y que Jesús es el Hijo hecho hombre. Pero para una persona que no ha sabido esto le debe resultar difícil aceptar que Dios, siendo Dios, tenga un Hijo, y, además, que éso sólo lo pudimos saber porque Dios decidió decírnoslo, al revelarse en el Hijo hecho hombre. Y por tanto, que Jesús lo llame Padre ya no parece tan ridículo ni tan herético, como parecía a los judíos. Pero, claro, no es lo mismo decirse Hijo que serlo. ¿Cuántos en la historia se han arrogado ese título de hijos de Dios, en su propio beneficio, para legitimar su poder y manejo de los otros?
Sin embargo, aquí, Jesús lo llama Padre en dos sentidos: reconociéndolo que es su Padre, y que además tiene el poder. Él se sabe que no tiene más que el poder que el Padre le ha dado, quien le dio todo menos el ser Padre. Pero sabe que el poder del Padre es del Padre, como origen, autor y principio.
Para comprender un poco esto hay que animarse a filosofar en serio un rato, y yo los animo que lo intenten.
Glorifica: significa manifestar el poder o la gloria del poder, el brillo, la majestad, la luz, el esplendor del poder de Dios. Manifestarlo para que se vea, para que se lo perciba, para que se lo capte, y para que nos asombremos profundamente.
Nombre: quiere decir el "Quién es", pero sabiendo que en Dios coincide absolutamente con el "Qué es", y con el "Qué hace", "Qué quiere", "Qué decide". Es decir, en la palabra Nombre está encerrado todo el misterio absoluto de Dios, toda su majestad, y precisamente su Voluntad, Sabiduría y Amor.
Porque Dios es Amor, es sabio en grado absoluto, su Voluntad divina es compartir ese amor con los hombres por los caminos de sus infinitamente sabios designios.
En esos designios estuvo la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María para nacer como hombre, como lo recordamos en la fiesta litúrgica de la Anunciación, y como dijo la voz "Ya lo he glorificado". Ya lo he hecho, ya está realizado, ya mi plan está en marcha.
Y también en esos designios estará la resurrección, la victoria sobre el príncipe de este mundo y sobre la muerte. Por eso dice "Lo volveré a glorificar". Ya lo mostraré, ya lo verán, y creerán, porque "atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 33).
Jesús le entrega todo al Padre con esa frase, confirma su obediencia a sus designios de salvación, porque para eso ha venido (cf. Jn 12, 27), y en medio de su dolor tiene el gozo de estar venciendo al maligno, al pecado y a la muerte para salvar a todos los que crean. Su pasión, su padecimiento, tenía sentido y él veía que entregándose como un grano de trigo enterrado para dar fruto (cf. Jn 12, 24), daría fruto, daría vida, salvaría a los hombres, de una vez para siempre (cf. Heb 10, 10).
Demos gloria al Padre de los cielos por sus designios salvíficos. Y aunque no los entendamos, recibámoslos confiadamente, porque de Dios nada malo sale jamás. ¿Por qué dudar?