miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Y mi sí?


Hermanos:
Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy sí, y mañana no. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes - tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo - no fue sí y no, sino solamente sí.
En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su sí en Jesús, de manera que por él decimos Amén a Dios, para gloria suya.
Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu. (2 Corintios 1, 18-22)

Fuerte es este mensaje para los que tenemos inconstancia.
Hoy la cultura en general se presenta como inconstante, porque se arguye que todo pasa, que todo cambia, que nada es para siempre, que pronto nada sirve. Aplicamos actualizaciones de todo, recambios de todo, modelos nuevos, descartables, reciclables, desperdicios en abundancia, y a las personas también estamos al borde de tratar definitivamente como cosas desechables. Si no me gusta la tiro.
Cuando somos inconstantes en algo, es porque vamos detrás de otra cosa. ¿Cuál es realmente esa cosa por la que nada dura en nosotros?
En el fondo parece ser un ansia insatisfecha, algunos la llamarán seguridad, otros sabiduría, otros felicidad, otros plenitud, otros paz, otros poder, otros placer inacabable, qué se yo...

Pero Pablo nos coloca frente, primero, a un "sí" de Dios irrevocable: Jesús. Segundo, una respuesta a Dios en Jesucristo también irrevocable. Tercero, nos anuncia que eso es posible por la acción del Espíritu Santo en nosotros, reconfortándonos.
Analicemos: Dios ha querido crear al hombre para que el hombre, en el Hijo, tenga parte con el Padre. Esto quiere decir que el Padre ha querido crear al hombre para que el hombre participara del diálogo permanente y eternamente amoroso entre el Padre y el Hijo, diálogo que viene del Padre, diálogo del Hijo al Padre, y que siempre es conducido en el Amor del Espíritu Santo.
En ése ámbito impresionantemente absoluto y grandioso, nosotros tenemos participación si nos dejamos reconfortar por el Espíritu. La expresión "reconfortar" me resulta llamativa, implica haber estado débil y haber vuelto a tener fuerzas, pero que las fuerzas nuevas vienen de fuera, en este caso del Espíritu, como que ya no nos quedan fuerzas a nosotros. Eso quiere decir que la experiencia de la nulidad, de la debilidad total, del no autoabastecimiento, de la miseria personal, no es aborrecida por Dios, por el contrario, parece ser que su pedagogía hace necesario experimentar esa pobreza extrema de uno mismo para desde ahí levantar nuestra plegaria confiada y expectante, al único que puede salvar.

¿Y mi sí? preguntábamos. En definitiva, y con humildad lo tenemos que asumir, mi "sí" viene después de mis "no". Viene después del desencantamiento de mis ídolos. Cuánto admiro a las personas que siempre tuvieron un "sí" y fueron fieles, Dios las bendiga enormemente, porque han aprovechado la gracia que recibieron con gran cuidado. Mi "sí", en cambio, es gracias al perdón de Dios, es gracias a su misericordia, es gracias a su reconfortarme tal como lo dije antes. También es gracia. "Te basta mi gracia" le dijo Jesús a San Pablo (2Cor 12, 9) "porque mi poder triunfa en la debilidad".
Por eso, me atrevo, como Pablo, a gloriarme de mi debilidad, de que no soy más malo porque Dios no me deja, de que Él ha hecho obras grandes en mí, tomando la frase de María Santísima, de que Él es mi salvador, mi redentor, mi liberador. Por eso es mi Señor, mi Dios en quien me refugio, en quien espero, a quien creo, a quien amo, a quien sirvo, a quien adoro.

1 comentario:

miriam dijo...

comparto el pensamiento de que nuestro SI es gracias al perdón de Dios y a su infinita misericordia, ya que lo logramos NO por meritos propios, sino por su gran amor.
El ser capaces de asumirlo con humildad es ver nuestra pequeñez y limitaciones, y desde allí, con todas nuestras fallas, ponernos en las manos de Dios y a su servicio.
Padre Juan: veo en sus palabras: luz, esperanza, y fuerza para seguir en la lucha por el Reino, proclamando el Evangelio, sabiendo y sintiendo a Dios como guía, camino y meta donde llegar.
un profundo abrazo