"Yo estableceré mi alianza con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra." (Génesis 9, 11)
No habrá otro diluvio para devastar la tierra. Pero sí habría de haber otro diluvio para vivificar la tierra.
La alianza de Dios se iba a marcar en el cielo, con el arco iris. Dios había optado por amar al hombre para siempre, a pesar de la maldad y el pecado del hombre.
Cuando elige cómo iniciar su pueblo, con Abraham, vuelve a hacer alianza, y el signo de la alianza no iba a estar en el cielo, sino en la propia carne de los miembros del pueblo descendiente de Abraham. El signo sería la circuncisión.
En las profecías de Jeremías y Ezequiel anunciará una alianza nueva, un nuevo diluvio: se derramaría el Espíritu Santo sobre toda carne, y Dios sería su Dios y el pueblo sería Su pueblo. El signo ya no estará en el cielo ni en la carne, sino en el espíritu del hombre.
Ese nuevo diluvio comenzará a hacerse realidad como signo en el bautismo que cada creyente recibe. Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Habrá que sumergirse, no ya para morir, sino para vivir. Sumergirse en el Hijo para poder tener parte con el Padre. Sumergirse en el Hijo para poder dialogar en el amor del Espíritu Santo con el Padre. Sumergirse en el Hijo para ser transformados en Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas. Sumergirse para tener Vida en abundancia.
Si nos dejamos tocar conscientemente por las aguas del Bautismo, por las aguas del Espíritu, por la Vida que nos trajo Jesús, viviremos eternamente.
La Vida que nos propone Dios es una vida plena, en todos los sentidos, liberada de la corrupción, del pecado y de la muerte.
Propone, invita, una vez más, a vivir como libres, en camino a la plenitud verdadera. Que nada falso nos distraiga.
No habrá otro diluvio para devastar la tierra. Pero sí habría de haber otro diluvio para vivificar la tierra.
La alianza de Dios se iba a marcar en el cielo, con el arco iris. Dios había optado por amar al hombre para siempre, a pesar de la maldad y el pecado del hombre.
Cuando elige cómo iniciar su pueblo, con Abraham, vuelve a hacer alianza, y el signo de la alianza no iba a estar en el cielo, sino en la propia carne de los miembros del pueblo descendiente de Abraham. El signo sería la circuncisión.
En las profecías de Jeremías y Ezequiel anunciará una alianza nueva, un nuevo diluvio: se derramaría el Espíritu Santo sobre toda carne, y Dios sería su Dios y el pueblo sería Su pueblo. El signo ya no estará en el cielo ni en la carne, sino en el espíritu del hombre.
Ese nuevo diluvio comenzará a hacerse realidad como signo en el bautismo que cada creyente recibe. Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Habrá que sumergirse, no ya para morir, sino para vivir. Sumergirse en el Hijo para poder tener parte con el Padre. Sumergirse en el Hijo para poder dialogar en el amor del Espíritu Santo con el Padre. Sumergirse en el Hijo para ser transformados en Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas. Sumergirse para tener Vida en abundancia.
Si nos dejamos tocar conscientemente por las aguas del Bautismo, por las aguas del Espíritu, por la Vida que nos trajo Jesús, viviremos eternamente.
La Vida que nos propone Dios es una vida plena, en todos los sentidos, liberada de la corrupción, del pecado y de la muerte.
Propone, invita, una vez más, a vivir como libres, en camino a la plenitud verdadera. Que nada falso nos distraiga.
