lunes, 8 de diciembre de 2008

Inmaculado inicio de la vida de la Virgen María

Hoy es la fiesta de una gracia enorme otorgada a la Maria de Nazaret en vistas a ser la Madre del Salvador: su Inmaculada Concepción en el seno de su madre Santa Ana. Lo aclaro porque mucha gente aún piensa que la Inmaculada Concepción es la de Jesús en María.
Esta gracia, este don que el Padre dio a su Hija predilecta, libérrimamente, fue en vistas de la Encarnación de su Hijo. La liberación de María del pecado original fue un adelanto de la obra redentora que realizaría su Hijo en la cruz.
Lo corruptible no puede tener parte con la incorruptibilidad dice San Pablo (cf. 1Cor 15, 50-54), y si bien se está refiriendo cuando lo dice a la necesidad de la purificación total para la resurrección para la vida eterna, su idea deja entrever la necesidad de la incorrupción para poder recibir al Señor de la Vida, a Aquel por quien y para quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3). Porque debía recibir en su seno a la segunda persona de la Santísima Trinidad, María no tenía que tener ni haber tenido pecado alguno. El pecado original lo recibimos por herencia, y por esto ella tuvo que ser liberada de esa herencia en el momento en que ella fue concebida. De otra manera ella habría transmitido por generación a su Hijo el pecado original provocando una situación paradójica: Dios enfrentado a sí mismo en una situación de pecado. 
Si bien San Pablo dice que Dios, al que no cometió pecado lo hizo pecado por nosotros (cf. 2Cor 5, 21) fue dicho en el sentido de identificar a Jesús con los pecadores, con el pecado de todos, para poder rescatar a todos por el precio que Jesús pagó con su muerte. Todas nuestras deudas con Dios son en Jesús saldadas si nos hacemos parte de Jesús, aceptando su Espíritu que nos hace obrar como hijos en el Hijo. No tuvo Cristo Jesús ningún pecado en sí mismo.
Los efectos que la Inmaculada Concepción provocan en María fueron impresionantes: una comunión perfecta con Dios siempre, libertad total para responder a Dios y a su santísima voluntad divina, total escucha y adhesión a la Palabra de Dios, conocimiento inconmensurable del Amor divino, fortaleza inigualable para acompañar al Redentor en su muerte, participación eterna en la vida divina en cuerpo y alma, y por eso la llamamos con verdad: Llena de gracia.
Por experiencia propia animo a todo aquel que lea esto a confiar sus necesidades más hondas a nuestra Hermosa Madre, y verá lo que el amor materno de María hace.
¡Ave María Purísima, sin pecado concebida!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Oh María concebida sin mancha de pecado original! rogad por nosotros que recurrimos a vos.

miriam dijo...

MADRE DE TODOS LOS HOMBRES...ENSEÑANOS A DECIR: "AMEN".